Prácticamente todos los alimentos están contaminados con disruptores endocrinos, sustancias tóxicas que alteran el sistema hormonal. Pero lejos de ser una fatalidad infranqueable, con algunos cambios en sus hábitos de consumo puede reducir drásticamente su exposición y los efectos que tienen sobre la salud.
La invención del plástico en 1907 revolucionó muchos ámbitos, pero hoy en día estamos pagando las consecuencias. Y es que, debido a su presencia constante en la industria alimentaria, en la actualidad no existe prácticamente ningún alimento que no contenga disruptores endocrinos.
Pero eso no significa que no podamos hacer nada al respecto. Con los consejos que exponemos podrá reducir su exposición a estos tóxicos presentes en los plásticos e incluso sabrá cómo puede desintoxicarse de ellos.
Actúan como unas hormonas extrañas en el cuerpo
Según la Endocrine Society, los disruptores endocrinos son “sustancias químicas exógenas, o una mezcla de ellas, que interfieren con cualquier aspecto de la acción hormonal”.
Para explicar de forma sencilla sus efectos perjudiciales, podemos decir que estos compuestos imitan a las hormonas naturales del organismo. Y esto puede generar, bien un efecto hormonal mayor del que el cuerpo espera, bien el bloqueo o la alteración de la acción de las hormonas naturales1.
Y las consecuencias que esto tiene sobre la salud son numerosas. Por ejemplo:
- Anomalías en el desarrollo de los órganos (micropene) o de la función reproductiva (menor calidad de esperma) en los hombres.
- Adelanto de la edad de la menstruación en las niñas.
- Problemas de crecimiento, desarrollo neurológico y función inmunitaria.
- Más riesgo de desarrollar un cáncer hormonodependiente (de mama, de próstata…).
- Probabilidad de desarrollar enfermedades metabólicas, como la diabetes.
- Ginecomastia (crecimiento anormal del pecho) en hombres adultos.
- La mayoría de los disruptores endocrinos son feminizantes
- Las dioxinas (sustancias procedentes del humo de las industrias, la incineración, etc.), los plastificantes y los pesticidas en general son considerados compuestos xenoestrógenos (estrógenos extraños al cuerpo) que actúan como disruptores endocrinos. Es decir, no se trata de estrógenos reales, pero sí imitan su acción. Y es por ello que pueden provocar enfermedades dependientes de los estrógenos.
- Asimismo, en los hombres, estos compuestos tienen un efecto feminizante (estrogénico) y antiandrogénico (bloquean las hormonas masculinas).
- Y aunque los estrógenos son esenciales para la fertilidad femenina, los xenoestrógenos son perjudiciales tanto para las mujeres como para los hombres.
- También existen xenoestrógenos naturales
- Algunos xenoestrógenos tienen un origen natural, como los micoestrógenos (sustancias producidas por hongos microscópicos) y los fitoestrógenos2 (en el caso de las plantas).
- Sin embargo, en el caso de los fitoestrógenos existe un debate, ya que su acción estrogénica es muy débil y no se han demostrado claramente efectos negativos en las personas. De hecho, se han identificado numerosos beneficios.
Alteran la tiroides
Estas sustancias pueden afectar la función tiroidea de diversas maneras, ya sea interfiriendo con la activación de los receptores tiroideos o alterando la síntesis y el transporte de las hormonas de la glándula tiroides3.
Entre los principales disruptores endocrinos que afectan a la tiroides nos encontramos con plastificantes como los ftalatos (presentes en plásticos y film transparente) y los bisfenoles (en plásticos, latas y envases metálicos). Además de contaminantes orgánicos persistentes como los PCB (policlorobifenilos, usados en equipos eléctricos) y los polibromodifeniléteres (retardantes de llama en textiles y muebles).
Todas estas sustancias, aunque no están directamente relacionadas con la alimentación, terminan contaminando los alimentos.
Y otros compuestos que afectan a esta glándula, esencial para numerosas funciones del organismo, son los compuestos perfluorados, como el PFOA (sustancia presente en el teflón) o el flúor.
También pueden provocar diabetes
Los pesticidas, las dioxinas, los PCB, los metales pesados, el bisfenol A y los ftalatos son algunas de las sustancias que actúan como disruptores endocrinos y que se han relacionado con la diabetes.
La exposición a estos compuestos induce una cascada de alteraciones a nivel intestinal. Sobre todo, la disbiosis (flora intestinal desequilibrada).
- Asimismo, al transformarse en metabolitos por la acción de las bacterias intestinales, se vuelven aún más nocivos, ya que son reabsorbidos por el organismo
todo esto tiene un gran impacto en el metabolismo, aumentando el riesgo de enfermedades como la diabetes4.
Algunos disruptores endocrinos persisten siglos en el medioambiente
Entre los disruptores endocrinos se encuentra el grupo de los denominados “Contaminantes Orgánicos Persistentes” (POP, por sus siglas en inglés). Estas sustancias químicas se caracterizan por tener cuatro propiedades que se enumeraron por primera vez en la Convención de Estocolmo de 2001: son persistentes, bioacumulables, tóxicos y móviles.
2 • El Gran Dossier
Una situación más grave en Europa que en India
Un estudio5 analizó la presencia de pesticidas organoclorados, PCB, dioxinas y otros POP en distintos alimentos de varias ciudades de India. Y se comparó la exposición a estos disruptores endocrinos presentes en la cesta de la compra con la situación de la población europea.
De este modo se observó que, pese a la laxitud que suele haber en cuanto a medidas de seguridad y control en países como India, la exposición alimentaria a los pesticidas organoclorados de ese país era comparable a la de Europa. E incluso más baja en el caso de los PCB y las dioxinas.
- Esta diferencia se explica, en parte, por el mayor consumo de carne en Europa, debido a que esos compuestos se fijan en las grasas animales (este proceso se detalla más adelante). Pero también a que, en general, hay más residuos de disruptores endocrinos en los productos alimentarios europeos.
Dentro de los POP están las dioxinas, los PCB, los hidrocarburos aromáticos policíclicos (procedentes de la combustión incompleta de materias orgánicas como combustibles, madera…) y ciertos pesticidas.
A modo de ejemplo, el clordecona, un pesticida habitual entre los años 1970 y 1990, es tan persistente que se estima que seguirá contaminando durante 700 años los ecosistemas donde se usó. Y esto, por supuesto, también afectará a la salud de sus habitantes.
Otros contaminantes, aun siendo menos persistentes, como los ftalatos y los bisfenoles, están en todas partes y se producen constantemente. Sobre todo en la industria del plástico y de los envases.
El peligro del “efecto cóctel”
Un factor clave, pero sobre el que no tenemos datos reales, es el del conocido como “efecto cóctel”. Este hace referencia al hecho de que, aunque los niveles medidos de un disruptor endocrino puedan parecer conformes y tranquilizadores, según los informes oficiales de las autoridades sanitarias, lo son únicamente para una sustancia.
Sin embargo, es muy posible que esos contaminantes con dosis consideradas aceptables, cuando se acumulan dentro del organismo, acaban teniendo efectos perjudiciales para la salud. Y lo más preocupante es que muchos de estos efectos se desconocen por la falta de estudios sobre el impacto real del “efecto cóctel” en el cuerpo.
5 consejos para reducir la exposición a los disruptores endocrinos
Los disruptores endocrinos representan un desafío de salud pública, especialmente de cara al futuro, pues la contaminación por bioacumulación en los ecosistemas seguirá aumentando.
A nivel individual, es importante tomar las decisiones adecuadas para reducir esa exposición, atendiendo a lo que ha demostrado la ciencia.
- Más vegetales y menos productos animales
La primera medida para reducir la exposición a los disruptores endocrinos pasa por la alimentación, consumiendo más vegetales y menos productos animales. Esto puede parecer contraintuitivo de entrada, pues los pesticidas (repletos de estos contaminantes) se emplean sobre todo en la agricultura.
Lo que ocurre es que los disruptores endocrinos tienen una baja solubilidad en el agua, mientras que esta es extremadamente alta en los lípidos. Y eso conlleva una acumulación en el tejido adiposo, tanto de los animales como de las personas que después consumen esa carne.
Además, hay que tener en cuenta que los vegetales son los primeros elementos de la cadena alimentaria en ser contaminados. Y cuando los animales se los comen también se acumulan en sus grasas, que después pasan al cuerpo de sus consumidores (el ser humano). Este es el fenómeno de la bioacumulación.
Los alimentos más contaminados son la carne de res, el cordero, las partes más grasas del cerdo, los peces, los mariscos, el queso y la mantequilla. Las aves de corral, los huevos y los vegetales en general (alimentos menos grasos) están mucho menos contaminados6.
Por tanto, es posible reducir la exposición a los disruptores endocrinos comiendo menos grasa, particularmente de origen animal7. Es mejor optar por aves (ricas en carnes magras) en lugar de la carne de los rumiantes, por yogures bajos en grasa en lugar de queso, y por aceites vegetales (de oliva, canola, nuez…) en lugar de mantequilla y cremas.
En cuanto a los peces grasos, suele decirse que los de tamaño pequeño están menos contaminados. Esto es cierto en tanto que la bioacumulación de POP será más importante en un pez grande y graso que en uno pequeño. Pero eso no significa, en ningún caso, que los peces pequeños estén exentos de sufrir esa contaminación8.
Las recomendaciones nutricionales oficiales son las de consumir pescado dos veces por semana, una de ellas siendo pescado graso para obtener omega 3. Y no exceder esa cantidad para evitar la sobreexposición a los POP.
Algunos nutricionistas recomiendan consumir 400 g de pescado graso por semana, pero esto parece arriesgado debido a la cada vez mayor contaminación de los mares.
- Si desea aumentar la ingesta de omega 3 EPA y DHA, es mejor tomar 200 g como máximo por semana. Y si necesita completar ese aporte, acudir a los suplementos nutricionales de aceite de pescado, ricos en omega
- Consuma alimentos orgánicos
Un estudio10 realizado en Estados Unidos con 20 mujeres embarazadas evaluó los efectos de sustituir frutas y verduras adquiridas en supermercados convencionales por las de origen orgánico durante 24 semanas.
Los datos mostraron que el 66% de todas las raciones consumidas por las participantes del grupo de “productos orgánicos” eran orgánicas, frente a menos del 3% del grupo de “productos convencionales”.
Asimismo, se demostró que ese cambio alimentario redujo considerablemente la exposición a restos de insecticidas. Y cabe señalar que no toda la alimentación era orgánica. Si los productos de origen animal también hubieran sido orgánicos, los resultados hubieran sido aún más positivos.
Por otro lado, un estudio11 realizado con 23 niños de entre 3 y 11 años evaluó los efectos de reemplazar la mayoría de los alimentos convencionales por alimentos orgánicos durante 5 días. Los análisis de orina realizados tras ese periodo demostraron que una dieta orgánica tiene un efecto espectacular y casi inmediato a la hora de reducir el nivel de sustancias plaguicidas.
- Tome alimentos frescos, no envasados
Los materiales que están en contacto con los alimentos son una fuente muy importante de sustancias químicas que actúan como disruptores endocrinos. De hecho, constituyen una parte significativa de la exposición a estos compuestos12. De ahí que un cambio de hábitos permita una menor exposición.
Por ejemplo, un estudio13 seleccionó a 20 participantes de cinco familias basándose en el consumo de alimentos en conserva y envasados. Los participantes comieron como hacían de costumbre, luego consumieron alimentos frescos (que no estaban en conserva ni envueltos en plástico) durante tres días y, finalmente, volvieron a su alimentación habitual.
Se midieron los metabolitos urinarios de bisfenol A (BPA) y DEHP (un tipo de ftalato) antes, durante y después. Y se confirmó que el consumo de alimentos frescos redujo las concentraciones de BPA en un 66% y la de DEHP entre un 53 y 56%.
Por su parte, un estudio14 italiano realizado con niños en un comedor escolar durante 6 meses demostró que reducir el uso de envases de plástico disminuye la concentración urinaria de BPA.
Y, finalmente, una investigación con estudiantes universitarios concluyó que consumir una porción de sopa en conserva al día durante 5 días, en comparación con una sopa fresca, aumentó el nivel de BPA urinario… ¡en más del 1.000%15!
- Opte por las botellas de acero inoxidable
Un ensayo de Harvard17 contó con 77 estudiantes a los que se les dieron bebidas frías en botellas de policarbonato.
- Tongo I., Ezemonye L., Toxicol. Rep. 2015. Tras una semana de usar estas botellas sus concentraciones urinarias de BPA habían aumentado un 69%.
- Curl C.L. et al., Environ. Int. 2019.
- Lu C. et al., Environ. Health Perspect. 2006.
- Cwiek-Ludwicka K., Ludwicki J.K., Rocz. Panstw. Zakl. Hig. 2014.
- Rudel R.A. et al., Environ. Health Perspect. 2011.
- Sessa F. et al., Front. Public Health. 2021.
- Carwile J.L. et al., JAMA. 2011.
- Yang C.Z. et al., Environ. Health Perspect. 2011.
- Carwile J.L. et al., Environ. Health Perspect. 2009.
4 • El Gran Dossier
Cuidado con las alternativas al bisfenol A
Desde 2015 está prohibido el uso de bisfenol A (BPA) en la composición de los envases alimentarios (biberones, botellas, conservas, etc.). Pero, atención: “sin BPA” no significa “sin bisfenol”. Y es que en la industria alimentaria se ha optado, simplemente, por reemplazar el BPA por otros bisfenoles: B, F, S…
Por tanto, no sirve de nada buscar esas menciones en los envases del producto. La clave está en evitarlos, ya que la mayoría de productos plásticos liberan químicos estrogénicos16.
En este sentido, además, hay que tener en cuenta que la temperatura y la exposición al sol aceleran la liberación de los ftalatos presentes en esas botellas de plástico18. Por tanto, si necesita una botella o termo reutilizable cuando haga ejercicio o en el día a día, opte por un modelo de acero inoxidable.
Numerosos estudios han demostrado que cambios en los hábitos alimentarios y en el uso de envases reducen eficazmente la exposición a los disruptores endocrinos19.
- Y más allá de la nutrición, conviene fijarse en los cosméticos que incluyen parabenos, que también es un tipo de xenoestrógeno perjudicial para la salud.
Sartenes
Hace 60 años apareció en las cocinas el revestimiento antiadherente teflón. Y cuando este ya estaba plenamente instaurado se descubrió que uno de sus componentes, el ácido perfluorooctanoico (PFOA), era peligroso para la salud.
Hoy se sabe que es un potencial cancerígeno y que altera el funcionamiento hormonal de los ovarios y la tiroides. Y también que interfiere con la vitamina D al competir sobre su receptor, lo que afecta negativamente a la mineralización ósea20.
Debido a estos efectos desde 2020 está prohibido el PFOA, pero lamentablemente se ha reemplazado por otros compuestos perfluorados (GenX o PFBS) de dudosa seguridad.
Reemplace sus sartenes por alternativas de cerámica.
Cacerolas
Dado que estos utensilios no necesitan ser antiadherentes, es preferible elegirlas sin recubrimiento.
Invierta en cacerolas de acero inoxidable 18/10.
Cazuelas
Las cazuelas de hierro fundido presentan un inconveniente poco conocido. Y es que favorecen la formación de ácidos grasos trans cuando se calienta aceite en ellas, debido a que reacciona con el acero21. Y aunque los ácidos grasos trans no son perturbadores endocrinos, sí favorecen la inflamación, por lo que también conviene alejarse de este material.
Si necesita una cazuela de hierro fundido, opte por el hierro fundido esmaltado.
Utensilios de nailon
En la década de 2010 generó inquietud la presencia de aminas aromáticas primarias en algunos utensilios de nailon de color negro. Se trata de compuestos extremadamente nocivos para la salud, ya que generan neurotoxicidad y hematotoxicidad.
En la actualidad, aunque los utensilios de nailon ya no contienen estos compuestos tóxicos, para reducir el riesgo conviene que no entren en contacto con alimentos o líquidos a temperaturas superiores a 70° C.
- Reemplace los utensilios de nailon por equivalentes de acero inoxidable.
Moldes de silicona
La silicona no es un plástico, sino un polímero derivado del silicio. Y existen dos tipos:
- Silicona peroxídica. En estos moldes, si se calientan en exceso (160º C) sus compuestos químicos migran hacia los alimentos. Cuando se calientan tanto desprenden un olor, que es lo que confirma que sus moléculas volátiles han “escapado” del material del molde y del horno hasta llegar a nuestra nariz. En otras palabras: significa que la integridad del material está comprometida y que sus sustancias tóxicas están en el ambiente
- Silicona de platino. Permanece inalterada hasta los 250-300° C y no emite ningún olor durante la cocción. Señal de que no sufre daños ni deja escapar compuestos tóxicos
Y si esas moléculas tóxicas han hecho ese recorrido, no hay duda de que también han penetrado en el alimento.
Asegúrese de usar un molde de silicona de platino que no produzca ningún olor. No compre moldes de silicona de baja calidad y, en general, evite los productos baratos para los utensilios de cocina.
Platos, vasos, tazas y cubiertos de melamina
La melamina es una resina plástica que se utiliza habitualmente para elaborar vasos, platos y cubiertos para niños. El problema es que en su proceso de fabricación se incorpora formaldehído. Para evitar el riesgo, y al igual que con todos los plásticos, estos productos no deben exponerse a temperaturas superiores a 70° C, lo que implica no usarlos en microondas.
Evite por completo la melamina y reemplácela por equivalentes de vidrio y porcelana. Que no le importe si se rompen cuando los usan los más pequeños.
Con estas elecciones se puede reducir considerablemente la exposición a los disruptores endocrinos. Sin embargo, siempre quedarán restos. Por ejemplo, un alimento biológico, como carne o queso orgánico, también puede contener dioxinas porque este tipo de POP proviene del suelo.
Entonces, ¿cómo podemos combatir estos contaminantes?
Así puede desintoxicar el cuerpo de disruptores endocrinos
Tome cúrcuma, té verde y crucíferas
Existen numerosas sustancias, presentes en los alimentos, que favorecen la desintoxicación de los xenobióticos por parte del hígado. Podemos citar, por ejemplo, la curcumina de la cúrcuma y las catequinas del té verde, así como el diindolilmetano (DIM) y el indol-3-carbinol (I3C) de las crucíferas22. Aunque en este último caso, para obtener esas sustancias tan beneficiosas, hay que consumir las crucíferas (repollo, col, rábano, berro, rúcula…) crudas. Asimismo, cabe señalar que los aceites de colza y de camelina, así como la mostaza, también se consideran crucíferas, por lo que deben consumirse crudos.
Realice una cura de antioxidantes
El bisfenol A está siendo ampliamente investigado por su interferencia endocrina y su relación con diversas enfermedades: diabetes, obesidad, cáncer, patologías cardiovasculares y neurodegenerativas, además de con la infertilidad. Se sabe que uno de los efectos perjudiciales del BPA es el estrés oxidativo. Y por ello luchar contra los procesos de oxidación puede limitar sus daños. No se trata propiamente de eliminar estas sustancias del cuerpo, sino de mitigar los efectos negativos que pueden causar.
- Estudios en laboratorio (in vitro y en animales) han sugerido que ciertos antioxidantes pueden ser efectivos para contrarrestar los efectos negativos de los disruptores endocrinos, en particular el bisfenol A (BPA). Es el caso del SOD, el glutatión, la N-acetilcisteína, el ácido alfa-lipoico, las vitaminas E y C, la quercetina, el ginseng y la melatonina25
Atención a estos complementos si sigue un tratamiento hormonal
Aunque la curcumina de la cúrcuma puede proteger contra los disruptores endocrinos (sobre todo el bisfenol A)23, no conviene tomarla cuando se prescribe un tratamiento con medicamentos antiestrogénicos (tamoxifeno) o con antiaromatasa (que bloquea la enzima que forma los estrógenos) tras haber sufrido un cáncer de mama. Y lo mismo ocurre con los complementos de DIM, sulforafano, té verde o quercetina, ya que interactúan con esos tratamientos24.
Por ello, en caso de cáncer hormonodependiente, deben tomarse una vez finalizado el tratamiento, que suele durar unos cinco
Supleméntese con vitamina C
Un estudio27 realizado con 15 mujeres sanas evaluó -con análisis de sangre- los niveles de 18 tipos de PCB, 7 pesticidas y 5 polibromodifeniléteres (PBDE). Se midieron esos niveles antes y después de seguir una suplementación de vitamina C (1.000 mg/día) durante 2 meses.
Gracias a ello se observó una disminución significativa en el nivel de 6 PCB y 2 pesticidas.
Fabien Piasco años.



